lunes, 9 de noviembre de 2009

Rage against the dying of the light



La fantasía no pasó de ahí –no permití que fuera más lejos–, y aunque las lágrimas me caían por las mejillas, no estaba sollozando abiertamente ni había perdido el dominio de mí misma. Aguardé un poco, y volví al coche, y me alejé en él hacia dondequiera que estuviera dirigiendo


Hay dos obras maestras con un enlace en un punto fundamental. Más allá de su propósito, lo más alejado que pueda imaginarse, comparten su incomprensión e intento de buscar una respuesta ante la mansa aceptación del ser humano hacia lo que considera inevitable, por muy doloroso que le resulte. Puede que no recuerde algunos detalles, confío en poder resaltar lo fundamental.





Nunca me abandones (Kazuo ishiguro, un escritor impresionante) es maravillosa, uno de los libros más hermosos y tristes que he leído (la cita de arriba le pertenece), pero tiene un pequeño defecto: es mejor contar lo menos posible (quizá lo ideal no fuera decir nada, pero entonces esta entrada perdería sentido, y no es cuestión hablar de algo para decir que no se puede hablar de ello). De todas formas, la advertencia queda aquí, aunque no voy a destriparla, si alguien siente deseo de leerla, casi mejor que no lea la pequeña sinopsis que realizo a continuación, no obstante, intentaré quitar cualquier referencia clara a una historia que ha de irse descubriendo según avanza, con una mezcla de estupor y la sensación de que a sorbitos se nos va descubriendo un secreto...

Kathy y sus amigos viven en un internado, en un ambiente frío pero no severo, algo triste como uno imagina que son los internados, pero sin especial propensión adicional a la melancolía, a pesar de que todos los niños son huérfanos. Pasan su infancia, como cualquier otra, entre sus iguales y los cuidadores, y después, ingresan en Cottages donde viven sus experiencias de juventud, también bastante comunes. Aunque están con los suyos, todos intuyen (me atrevería a decir que lo saben, aunque no quieran hablar de ello) que hay algo extraño en su vida. A pesar de su intento por ser normales (digresión 1: resulta curioso pensar aquí en nuestra obsesión por huir de la rutina, la normalidad, si somos más radicales aún la mediocridad, y cómo nos gusta refugiarnos en ella cuando la vida se pone seria o añorarla cuando la perdemos. Pero esa es otra historia), sienten que son especiales de algún modo, y que no les gusta. Su educación ha sido buena, les han cuidado... pero ellos se sienten criados. En ambos sentidos, quizá. Y hasta aquí debo leer, la historia se desarrolla a partir de estas premisas, más o menos, y sigue compartiendo esa extrañeza vital de los personajes hasta el final de la novela.



Por su parte, Los Hundidos, entre los muchos temas que toca con una personalidad y un punto de vista sumamente originales e instructivos,trata de enfocar el gran Por qué del siglo pasado a través del análisis de uno de los miles de pequeños por qués que lo forman, y rescatar del olvido a unas pocas (releo esto ahora, que terrible calificativo...pero no encuentro nada mejor) víctimas para intentar comprender la magnitud del horror de los horrores. Daniel Mendelshon, su autor, indaga en busca de unos familiares que desaparecieron en la Europa del Este durante la Segunda Guerra Mundial, en la aldea (luego se descubre que era un pueblo importante, en fin, no importa demasiado) de Bolechow, Polonia y hoy parte de Ucrania. A través de esas cartas familiares que conservan sus padres y abuelos, conversaciones con ancianos que pudieron huir de la zona, viajes, lecturas de historia, y el hilo conductor de las reflexiones acerca del estudio de la Biblia por parte de Rashi, un rabino francés, estudioso de la Biblia, del siglo XII, se construye un fresco que resulta impresionante de veras, que trata de la vida, de lo fácil que resulta borrarla, la necesaria función del recuerdo y los límites de nuestra comprensión. En ese género difuso que mezcla otros muchos, se ofrecen distintas perspectivas de enfoque acerca de la atrocidad humana.

La familia Jager de Bolechow se había formado como cualquier otra, y es de suponer que tendría las mismas actitudes, costumbres, problemas, enfrentamientos,etc... que cualquier otra. Pero en esas vidas iba a llegar la tempestad, que no tendría fin, para ellos. El día dos de julio, los alemanes llegaron a Bolechow. A mediados de octubre tuvo lugar la primera Aktion, reunieron a los judíos del pueblo que no había huído, que eran casi todos y los asesinaron, tras reunirlos y seguramente torturarlos (otro por qué tremendo) en el Centro Católico. Más o menos, la segunda Aktion tuvo lugar un año después, tras una búsqueda de los escondidos por los alrededores, y frente a las puertas del ayuntamiento, unos 500 fueron asesinados alí mismo, y los demás, llevados en trenes de mercancías al campo de exterminio de Belzec. Y ellos y su recuerdo se apagaron para siempre. Tan simple como eso. Tan difícil de imaginar, sentir, explorar, comprender. De 6000 judíos habitantes del pueblo, al final de la guera habían sobrevivido 48. Y entre tantos, había 6, que formaban un espacio común, con sueños, satisfacción, miedos, pequeñas alegrías y decepciones, unas niñas de entre 13 y 23 años con sueños, unos padres cuyo sueño era el de que los de sus hijas se cumplieran, supongo. Es imposible llegar al fondo de un dato así, hay una imposibilidad materializada de imaginar tantas vidas destruídas en una masa informe que se dirige así, como un número, compacto, abrumador, pero nunca más allá de eso, al olvido.

Los Jager (Schmiel, su mujer Ester Schneelicht y sus cuatro hijas, Lorka, Fridka, Ruchele y Bronia) piden ayuda al comienzo, notan una situación desagradable y creen que su posición les puede ayudar a huir (Schmiel Jager había llegado a ser un comerciante de cierto éxito en la ciudad,tras volver desde EE.UU, a dónde había emigrado, por pequeñas disputas familiares), escriben cartas a sus familiares, cada vez más angustiados...pero cuando más certera se vuelve su intuición, más incapaces parecen para actuar (justo es decir que cada vez están peor también, obviamente, y más cansados, asustados, destruídos en sus esperanzas, supongo). Y llega un momento en el que desaparecen. El libro es la historia de la conmovedora búsqueda de las señales que aún perviven, o quizá en estos pocos años (esa búsqueda acaba en el año 2005) ya hayan desaparecido también, para rescatar la historia de ese nucleo familiar, identificar en esa mole llamada "Holocausto" vetas de vidas tan normales e irrepetibles como las nuestras.

Daniel Mendelshon busca desde su Nueva York hasta Australia, Dinamarca o Israel, pregunta a los vecinos de Bolechow, viaja a Ucrania (donde hoy se sitúa el pueblo),en fin, busca señales de algo que no se puede explicar con claridad, un rastro en el aire que está a punto de desaparecer. Y se topa contra un muro, esta vez individual, la renuencia de la mente y el alma a poder sentir la agonía de quien sabe que le quedan unos segundos y no comprende el odio que como un trueno de roca, va a acabar con él. A pesar de cualquier intento, por más y más que queremos llegar a un resorte emocional más comprensivo y demos otra vuelta más a la tuerca nunca podremos concebir esa matanza, la frialdad y la crueldad de las Aktion, los lloros, los gritos, la tensión y la violencia en una pequeña sala cotidiana que de pronto adqurió para cientos de personas el significado de la desgracia humana. Otro por qué, por qué, por qué...que se suma a tantos otros para dejarnos en la oscuridad. Y hacernos saber que lo único que podemos hacer es intentar recordar, y que nuestras exlicaciones nunca bastarán del todo, en el mejor de los casos. Pero aún así, sentimos que es lo que debemos hacer, que "algo hay que hacer". Por qué cuando la situación se quiebra, esa rebeldía parece palidecer hasta apagarse, es lo que nunca seré capaz de comprender, y evidentemente, espero no vivirlo (durante unos segundos me he quedado viendo el parpadeo de la linea que anuncia el exto en la pantalla, de algún modo es hasta difícil poder hacerse a la idea de que esto haya sucedido en la realidad, pero supongo que esto se debe a que soy un privilegiado).

Y el problema de no concebir algo así se apareja con el problema de ser incapaz de saber por qué, la dificultad de encontrar algo, algo que necesitamos para compreder la razón por la que tantas personas desisitieron de enfrentarse a ese destino de alguna manera, más allá de estar tan aterrados que se paralizaron. A diferencia de lo que ocurre con la amenaza en la ficción de Nunca me abandones, aquí la amenaza es claramente identificable (y más angustiosa, al imaginarla real), y va creciendo hasta ocupar todo el espacio del cuerpo vivo, se convierte en una angustia que ocupa el espacio en el que seres concretos construyen su vida, y los va asfixiando, antes de que llegue a presentar su rostro más despiadado. Y ante ello, miles de personas no pueden escapar. Hay ejemplos de resistencia, una de las hijas, junto con otro chico (quizá fuesen novios), pero que se puede encerrar a mil personas que saben que van a ser asesinadas... y que después los alemanes exijan el reembolso por las balas utilizadas...reflejan más allá de la situación de fuerzas de unos y otros algo que nos conmociona adicionalmente.

Que haya personas encerradas como ganado y transportadas en trenes hacia un destino que, al menos deben imaginar como una posibilidad, y se nieguen a sí mismos esa posibilidad, o la asuman sin imaginarse que hacer... es algo espeluznante y misterioso, aunque quizá comprensible. La mansedumbre ante un destino común y compartido a uno le llena de una sensación irreal de angustia muy real. Esos niños que crecen en casas de campo, y de manera más trágica, esa familia que siente una ola negra llegar, podemos ser todos, y creo que somos, fuimos o seremos la mayoría o no tan bastamente nosotros, sino "algo de nosotros". Nos refugiamos, nos escondemos y al final, nos hundimos mansamente. O quizá sea mejor saber cuando llega lo inevitable y aceptar la muerte como un hecho natural. ¿Pero qué se hace cuando se sabe que hay algo radicalmente injusto e inhumano que nos viene acechando de lejos y nos quiere aniquilar, cómo actuar cuando uno siente que va a morir por una mueca injusta del mundo?. Uno entiendo el cansancio de huir permanentemente contra un poder que parece irresistible. Pero la mansedumbre no puede ser, no puede ser...y uno se siente aquí tentado de borrar las últimas frases, parece un insulto adicional a víctimas, morir así sin poder defenderse es en cierto modo algo humillante, y pareciera que critico su actitud y contribuyo a ello, como si los tratara de cobardes. Nada más lejos de lo que quiero decir. Así que aclaro que hablo de una actitud humana que parece muy consolidada, en muchas situaciones, aunque hable aquí de la más radical. Y uno entiende que ante un secreto que se intuye demasiado doloroso, los protagonistas prefieran no acercarse a él más que rondándolo, sin encararlo. Y sin embargo...

Y así, lo que comparten ambos relatos es una caracterización asombrosa de la resignación, una falta de rebeldía ante una amenaza cercana que los paraliza en vez de instarles a luchar, una angustia inconcebible y atroz que no puede superarse, parece. Cuando se entrevé la amarga realidad buscan moldearla a la medida de su esperanza, se engañan, buscan otro refugio en las cercanías vitales por las que ha transitado su frágil existencia (digresión 2: ver digresión 1) . Supongo que es cierto que hay verdades que no se pueden mirar a la cara o seríamos destruídos.Pero lo que también comparten es su pregunta a los lectores, esas vidas son nosotros, o pudieron serlo o a pesar de ciertas cambios hablan de nosotros. Uno se pregunta durante la marcha muchísimas veces, con creciente angustia, con indignación: ¿Por qué no se rebelan?, y entonces, cuando acaba la última frase de Nunca me abandones, con el sentimiento de tristeza que da acabar un libro que está gustando, otra pregunta, una y otra vez, cada vez más perplejo y pensativo, quiero decir, con una aceptación incomprensible que va apagando la verdadera pregunta, la única que importa, a través de las edades y las generaciones, aunque los casos cambien, la que aquí y ahora nos incumbe a nosotros...



¿Por qué no nos rebelamos?




DO NOT GO GENTLE INTO THAT GOOD NIGHT

Do not go gentle into that good night,

Old age should burn and rave at close of day;

Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,

Because their words had forked no lightning they

Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright

Their frail deeds might have danced in a green bay,

Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,

And learn, too late, they grieved it on its way,

Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight

Blind eyes could blaze like meteors and be gay,

Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,

Curse, bless me now with your fierce tears, I pray.

Do not go gentle into that good night.

Rage, rage against the dying of the light

No entres sumiso en esa gran noche./ La vejez debería delirar y encenderse ante el crepúsculo;/ Rebélate, rebélate, contra la muerte de la luz./ Aunque los sabios entienden al final que la tiniebla es justa,/Pues sus palabras no hendieron los relámpagos,/ no entran sumisos en esa gran noche./ Los bondadosos, en la cresta última gritando cuán espléndidos/ sus frágiles actos pudieron danzar en una bahía verde/ Rebélanse, rebélanse contra la muerte de la luz./ Los locos, que atraparon y cantaron al sol en su vuelo /y aprenden, demasiado tarde, que pusieron tristeza en su camino,/ no entran sumisos en esa gran noche./ Los inconmovibles, cerca de la muerte, que con mirada deslumbrada/ ven que los ojos ciegos pudieron ser alegres y arder como meteoros,/ rebélanse, rebélanse contra la muerte de la luz./ Y tú, oh padre mío, allí, en la cumbre aciaga,/ maldíce, bendíce, mientras yo con tus vehementes lágrimas imploro./No entres sumiso en esa gran noche./ Rebélate, rebélate contra la muerte de la luz.

2 comentarios:

  1. Gracias por los resúmenes, tenía pendiente leer algo de Ishiguro, pero me daba pereza buscar un libro en concreto. Nunca me abandones parece un buen inicio.

    Por cierto, se me ocurre que el "dying" del poema de D. Thomas, al ser gerundio, se podría traducir por "agonía", aunque sigue perdiendo significado.

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  2. Gracias a ti, "Nunca me abandones" es un gran libro, quizá al principio cueste porque es de ritmo pausado, pero lo recomiendo, claro que sí. Y también "Los restos del día" como alternativa paa comenzar, que quizá sea más directo, aunque el estilo en todos es similar, narración en prmera persona no muy fiable. Espero que si te animas te guste.

    La traducción del poema de Dylan Thomas no es mía, la repetí casi integra de un libro de poesía, así que no lo había pensado, quizá sea más literal, pero quizá suena más rotundo "rebélate contra la muerte", que "rebélate contra la agonía", supongo.

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