jueves, 5 de noviembre de 2009

Berlusconi, o el laberinto del macho y el mercado de las cabezas sangrantes.

Todos los objetos visibles, hombre, no son otra cosa que máscaras de cartón. Pero en todo acontecimiento -en el acto viviente, el hecho indudable - hay siempre algo desconocido, pero razonante, que proyecta sus contornos desde detrás de la máscara que no razona. Si el hombre quiere golpear, ¡que golpee a través de la máscara! ¿Cómo puede el prisionero llegar al exterior sino abriéndose camino a través de la pared?

Moby Dick, Herman Melville


Una de mis primeras ideas a la hora de afrontar esta pequeña aventurilla personal era la firme convicción de no hablar de política. Quiero enfocar este modesto sitio desde una perspectiva personal, y no creo que rompa esta idea a no ser que haya algo sobre lo que pueda ofrecer una visión no muy manoseada, u ofrecer una pequeña visión más personal. A la derecha tienen ustedes un foro estupendo donde leer y opinar de muchos temas, entre ellos los políticos, a él les remito si quieren hablar de ello. En este caso, apenas hablaré del personaje político que ofrece Berlusconi, sino de su personaje público que incluye al político pero no es agotado por éste, y su proyección social, la percepción de su figura. Supongo que algo sobre política habrá que hablar, así que siento si rompo mi promesa, espero que no sea mucho. Si sirve de algo, voy a intentar centrarme más en la figura pública y cultural del macho, su percepción social y las servidumbres que acarrea, y la forma de imposición social de este y otros modelos... O mi percepción de esas percepciones, más bien, claro. Bueno, que me lío...

La historia, en resumen, se puede contar, hasta el episodio central que quisiera resaltar, de dos maneras, la rosa y la negra, por llamarlas de algún modo. La rosa sería la de un hombre nacido en una familia de clase media-alta, que funda canales de televisión y va logrando construir un imperio mediático, que incluye televisiones, periódicos, empresas de publicidad, editoriales... que da el salto a la política, y logra triunfar también en ello, consiguiendo llegar a ser Primer Ministro. La historia estereotipada de un hombre hecho a sí mismo, que triunfa a base de esfuerzo, que es implacable y sabe lo que cuesta ganarse la vida...junto con una leyenda rosa, es un escitor de canciones románticas, un conquistador, un personaje divertido, al que le gusta la fiesta. Un millonario que sabe disfrutar, un playboy, el hortera entrañable o qué se yo.

El revés de la historia habla de lazos con las mafias de Sicilia y Calabria, escándalos de corrupción, enfrentamientos con la justicia, leyes de impunidad dudosamente democráticas...según esto, estaríamos ante un personaje siniestro que a base de ilegalidades de toda laya, habría conseguido escalar. esa sería la historia negra. Incluso así, la parte liviana leyenda rosa se mantiene, es un vividor, un mujeriego, un tipo con el que uno pasa una buena noche de fiesta...y aunque se le dé a veces un toque negativo, quién así lo hace es percibido como un reprimido,un moralista entrando en las formas de ser ajenas, un entrometido irrespetuoso. Al fin y al cabo, cada uno es dueño de su vida, y nadie es juez de la intimidad ajena. Y con todas las tropelías que comete en el espacio público, dicen sus detractores, no debemos acusar sus formas más inocuas de manifestación de su personalidad, aunque sean chascarrillos, bromas de dudoso gusto, salidas de tono...aunque, al fin y al cabo, la mezcla entre su faceta pública y su vida privada constituye parte de la fuerza del personaje, y le da una dosis de simpatía o envidia que le viene muy bien a la hora de presentarse en elecciones. Pero eso es cosa suya, por supuesto.

Así, confluyen dos visiones (visiones, no tienen porque ser verdad más que en la medida en que son sinceras en la mayoría de la gente que las percibe así) entreveradas y quizá complementarias, con un nexo común: una figura extrovertida, dicharachera, picante, cómplice con el sentimiento popular de diversión y triunfo. Y lo interesante es cómo cambió esa visión y se puso en marcha la retirada del "velo de maya" que parecía instalado en esa imagen estridente pero amable, o al menos, inocua en lo que a sólo a ella respecta, y cómo a la imagen pública que intentaba imponer como una máscara festiva, se le agrietó el maquillaje.

Berlusconi intentaba representar lo que se supone que debe ser un hombre (no en el sentido biológico del término, claro, sino más bien una idea social, quizá ya periclitada): divertido, ocurrente, carismático, ingenioso, brutote, muy competitivo, agresivo si es necesario, chulo, despectivo a la mínima con los demás (especialmente con las mujeres), seguro de sí mismo, triunfador sin fisuras, con gustos populares, duro, etc...bueno, lo que antes de la llegada del metrosexual (que a Silvio le pilló mayor) se consideraba propio del hombre muy hombre. A la vez, un juerguista cuya preocupación primordial es divertirse, ser el alma de la fiesta, publicitar sus conquistas, hacer chanzas de los demás, manifestar su hombría, siempre y en todo lugar...es extraño, pero ese modelo era completamente identificable, y unido a su éxito persona, forjó una imagen popular,vitalista y triunfal que funciono perfectamente, la verdad es que siempre funciona. Siempre que el modelo vital sea sincero y resista las pruebas que se le imponen. Y esta vez parece no haberlo hecho y haberse desvanecido muy fácilmente.

En el último verano, se hicieron públicas algunas fiestas preparadas por Berlusconi para sus amigos en propiedades de éste, en las que participaban azafatas y presentadoras de programas de las cadenas que pertenecían al Imperio de Berlusconi. En principio, la polémica se centro en la participación en ellas de una menor. Luego llegaron las fotografías realizadas en dichas fiestas, de una cutrez sólo comparable a lo explícito de éstas, y después acabaron llegando las revelaciones de prostitutas de lujo contratadas para dichos "eventos". Creo que dos aspectos fueron decisivos en la ola de indignación y murmullos qe se levantó en esos días. La constatación visual y cruda de que eso era una horterada de pijos ya algo mayorcitos y rijosos que perseguían jovencitas que no estaban allí por su atractivo precisamente, por un lado, y el aspecto del pago y el ceremonial de una coacción sutil por otro, todos esos machitos que con Silvio se juntaban debían recurrir a lo único que podían ofrecer para mantener relaciones, dinero o poder. Mientras se trataba de fiestas de las que pocos sabían, la imaginación aportaba glamour y relevancia al juego de las jovenes trepas y los maduritos ricos. Cuando se va sabiendo más, la figura del seductor pasa a ser la del impotente que sólo puede tener lo que puede comprar. Era evidente que la personalidad y toda la trayectoria de Berlusconi, detalles grotescos aparte, era la farsa de un millonario que sólo tiene dinero y que ha formado una estatua de sí mismo que quiere hacer pasar por real. Pero esta vez, parece que la estatua se resquebrajó, y acabará cayendo en pedazos (o quizá no pase nada, y mi percepción no sea buena). En cualquier caso, parece curioso como el jefe de medios de comunicación que han contribuido al ataque a cualquier forma de protección personal de la propia imagen y han rebuscado en los aspectos más miserables (que todo tenemos, en una forma y otra) de casi cualquiera que han enfocado, haya acabado siendo desestructurado en una imagen que era más falsa que la de cualquiera de los famosos o famosillos de la tele, que simplemente aspiran a esconder un poco sus debilidades (aunque bueno, cierto es que algunos viven de mostrarlas impúdicamente), sin montar un personaje que a base de dinero y el poder que conlleva, quisiera imponer a los espectadores.

Ahora, parece enfrentarse a una popularidad baja en su pais, y nadie sabe que ocurrirá. Puede terminar de caer, envuelto en su polémica y sus batallas judiciales, o puede que el pueblo legitime sus farsas y crea más en el enemigo invisible que pregona el oficialismo berlusconiano que en la magnitud de sus errores. Pero eso tampoco importa demasiado aquí, el tema pretende tratar más la imagen pública del personaje, y esa parece bastante deteriorada, tras una época en la que su reivindicación como la personificación de la figura tradicional del macho fue tan eficaz..

Elegido por virtudes proyectadas en él, no por su compromiso público o valores cívicos en una situación de crisis, quiso aparecer como el hombre de éxito que podría conseguir todo lo que se propusiera. Era una figura apetecida por sus votantes, seductor, mujeriego, vitalista, que ofrecia una imagen pública a los deseos privados de éstos. Su éxito es (o fue, o será, da igual) el de la proyección de un personaje interior, con todos los excesos y la impunidad soñada a nuestras imposibles pretensiones y desvaríos. Aceptamos que no podemos tener muchas cosas, y nos resignamos. Pero creo que esa pequeña aspiración no muere, alimentada por la moda, la publicidad, nuestro espíritu inconformista que se siente maltratado respecto a lo que podría ser, si le dejaran, toda la mentira del mundo que alternativamente rechazamos y aceptamos (y casi se diría que necesitamos) como un mal necesario y consolador, aunque sepamos falso, se refleja como un espejo deformante en las pancartas y las pantallas para impelernos a consumir cosas que nos prometen la satisfacción de esa parte nuestra que nunca podrá estar satisfecha. O así lo veo yo, al menos. Necesitamos intentar superar nuestro límites, transgredir nuestra condición, sentir que podremos conseguir lo que nadie o casi nadie consiguió, retarnos a nosotros mismos, en la búsqueda de proezas o siguiendo a nuestros instintos, sin más. Y creo que hay algo en la forma de ser de los hombres que les hace soportar peor esa debilidad, negarla, ponerle excusas a la inevitabilidad de algunas cosas, el pas del tiempo, por ejemplo. La lucha contra cualquier forma de fragilidad parece ser un atributo ridículo, pero realmente potente en los hombres, es algo instintivo, creo. Y la lucha contra el paso del tiempo y la constatación de que el atractivo físico se pierde con los años, y su empeño en segir asumiendo su rol de macho "itálico" xDD, parece ser aún un motor en su defensa del modelo vital berlusconiano (él mismo decía algo así como que él no pagaba a cambio de relaciones sexuales, porque así se perdía el atractivo de la conquista, me parece).

El estudio de su triunfo político corresponde a otras disciplinas, el triungo de su modelo personal en una sociedad como la nuestra es una historia repetitiva y denigrante que sus medios han contrubuido a extender (en varios ámbitos, no sólo es de la prensa rosa). Es el triunfo, transitorio siempre, de un Pocholo Martinez Bordiú (que vive sin trabajar gracias a las ganancias de un famoso pariente), las de una Belén Esteban que expone sus miserias, tan parecidas a las nuestras sobre la mesa del comedor para que las consumamos, las de cualquier personaje que aspira a nuestra igualad sobre la base de la nada. O también, por salirnos de lo más evidente, la de un Briatore que esconde sus trapos sucios en dinero y la imagen de placer que le da una apariencia simpática. O la de un jefe de Gobierno que alardea de su capacidad de playboy en las negociaciones de la UE, lo mismo da. Son personajes, máscaras bajo las cuales parece que corre el viento. Pero cuando esas máscaras se quitan, hay personas que son nosotros, y sangran al ser pinchadas y tienen responsabilidad de lo que hacen a otros, aunque crean que también son disfraces que se quitan a voluntad. Toda esta filosofía del vacío y del mínimo común denominador, que aspira a conseguir sueños de baratillo y levantar ídolos en los altares de la estupidez que reina y que nos atrapa a todos entre otras cosas, levanta una unión entre un personaje que puede ser tan irreal como cualquier personaje de novela o de película, y la persona que íntimamente sufre y se angustia. Es el mercado donde la sangre seca (ajena) es necesaria para comprobar la frescura de lo consumido. La mascarada cruel donde la broma y la tragedia están siempre intercambiando sus papeles.

El siguiente paso lógico al de la creación de personajes de guiñol que dividen y unen su vida y sus "andanzas" (con esto querría describir su vida irreal como personajes, no se me ocurrió otra palabra mejor) era entrar en el espacio público como modelos, heroés o antihéroes, villanos e ídolos, pero también como imágenes concretas de valores abstractos. Entre esos valores positivos están el triunfo o el éxito, y alguno pensaría que si esos valores eran apreciados en el mercado mediático, también lo serían en el político. Acertó. Con lo que nos mostró el siglo pasado, no creo que debamos llevarnos las manos a la cabeza precisamente con esto. Pero si habría que precisar que quizá esto sea distinto, un movimiento apolítico que quiere triunfar en la política, un entretenimiento con ansia de poder, una ideología desdeologizada, una loa al aburguesamiento y a la vida relajada, con placeres estandarizados y despreocupación y banalización de los temas acuciantes del mundo y a cambio, un refugio en la apacible mediocridad cotidiana. El sueño de un mundo donde cualquier sensación de mérito es arrogante y la igualdad por abajo es el ideal al que aspirar. La forma en que Aristóteles denominó a la corrupción de la democracia: la demagogia. Esa palabra que, precisamente, tanto se oye en los programas del corazón y en la telebasura por aquellos mismos que la propagan y alimentan. Todo vuelve en círculo, a veces, de maneras insospechadas, y sobre todo, si le interesa al que debe escribirlo y terminarlo redondeado :DDD.

Siento de nuevo la excesiva extensión...si paraís y lo volveís a retomar más adelante cuenta como más entradas al blog, por otra parte... xDDDDD

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